
En la última década, la frontera que separa el universo de los emprendedores sociales del ambiente de negocios se fue haciendo más difusa. El deseo de desarrollar productos y servicios que las personas necesitan y de generar impacto a gran escala, llevó a los emprendedores sociales a experimentar con diversos modelos operativos y alianzas, y a evaluar la sustentabilidad de sus proyectos a la luz de su viabilidad financiera. De a poco, la globalizacíón los fue acercando cada vez más a la gente, las compañías y los mercados de todo el mundo, y se fue modificando el modelo social tradicional, basado en la caridad y los subsidios del sector público.
Paralelamente, una nueva generación de hombres de negocios, preocupados por hacer del planeta un lugar mejor, se convirtió en patrocinante de muchos de esos proyectos a través de la ínstauración de fundaciones propias, que financian iniciativas sociales de alto impacto.
La transformación también alcanzó al sector corporativo, que en años recientes perdió legitimidad ante sus propios consumidores y clientes a causa de prácticas empresarias poco atentas a las demandas y necesidades de la sociedad. Así, las empresas más avanzadas entendieron que su éxito de largo plazo dependería de agregar la variable social a su ecuación de ganancias.
Académicos y expertos hablan del surgimiento de un nuevo paradigma económico, anunciado hace más de dos décadas por el fundador del Grameen Bank, Muhammad Yunus, cuando labró el concepto de "empresa social", un tipo de organización que genera ingresos para el beneficio de quienes trabajan en ella y y también de la sociedad a la que sirve. Yunus había pronosticado que el mundo estaba en los albores de un nuevo capitalismo, atento a las necesidades más apremiantes de la sociedad.